Cuentos y más cuentos

Un relato en cada tumba

viernes, 27 de febrero de 2009
Darisabel Texidor Guadalupe, Maelo Vargas Saavedra y Wilma Maldonado Arrigoitía / Primera Hora

La mayoría lo ve como un lugar solemne donde descansan los restos mortales de sus seres queridos, pero para otros el cementerio es mucho más que eso.
Las cuarenta cuerdas del cementerio civil Canas de Ponce en Puerto Rico, fundado en el 1904, guardan historias y anécdotas que perduran en las mentes de empleados y visitantes.
Además, es el remanso de distinguidas personalidades como el "cantante de los cantantes" Héctor Lavoe, el famoso pelotero Pancho Coímbre, así como de las víctimas de la Masacre de Ponce, los héroes del fuego del Polvorín y de otros famosos de la ciudad señorial del sur de Puerto Rico.
En el cementerio municipal de Aguada llama la atención la bandera de Puerto Rico sobre la tumba del ex preso nacionalista Andrés Figueroa Cordero, quien junto con otros tres puertorriqueños tirotearon el Congreso de Estados Unidos en 1954. Pero en los cementerios las historias de los vivos pueden ser tan interesantes como las de los muertos. En Canas de Ponce, el "barón negro" sale por las noches a asustar a los curiosos. En el cementerio La Santa Cruz, en Arecibo, unas luces extrañas tienen a los encargados rascándose las cabezas.
Y en el cementerio municipal de Aguada, un "muerto" saltó la verja para ayudar a un conductor accidentado...

El "muerto" buen samaritano

Samuel, un personaje típico de Aguada que solía dormir sobre las tumbas del cementerio municipal, le dio a un conductor el susto de su vida, cuando intentaba hacerle un favor. El encargado del cementerio, Michael Bonilla Vargas, contó que su abuelo, Andrés Vargas Chaparro, que fue el administrador de esa instalación de cinco cuerdas por unos 42 años, le hizo la historia de Samuel, "el muerto que brincó la verja y cambió una goma". Resulta que una madrugada, un hombre se detuvo frente al cementerio a cambiar una goma que se le vació. Samuel, dormido sobre una de las tumbas como era su costumbre, se despertó con el ruido, brincó la verja y muy servicial le dijo a la persona: "¿En qué le puedo ayudar?". El conductor, creyendo que se trataba de un muerto, "salió corriendo y no regresó hasta el otro día’’, narró Bonilla Vargas Samuel, buen samaritano hasta el final, terminó de cambiar la goma, guardó la llave del carro y volvió a acostarse. Al día siguiente el hombre regresó a buscar el carro y Samuel le devolvió las llaves... y la tranquilidad, cuando le explicó que estaba tan vivo como él y que simplemente acostumbraba a dormir allí. Bonilla Vargas, quien tiene 26 años y hace dos que está encargado del camposanto municipal, disfruta repitiendo las historias que le hizo su abuelo, junto a quien creció entre las tumbas de su actual centro de trabajo.

Mete miedo el barón del cementerio

En el cementerio civil Canas de Ponce, muchos aseguran haber visto a un pájaro negro de tres pies de alto que sale en las noches, al que apodaron "el barón del cementerio". La historia cuenta que muchos residentes de comunidades cercanas al lugar atraviesan el cementerio durante la noche para llegar hasta sus casas y que el supuesto pájaro se les ha aparecido volando muy cerca de ellos.El sepulturero Iván Rivera, quien ha pasado toda su vida en el cementerio, conoce de historias tenebrosas y otras jocosas. Pero ni los años en Canas le quitan el temor de toparse con el "barón".

"Yo aquí no me meto de noche ni loco", dijo.
Mucho menos toca "esas cosas que dejan por ahí los santeros", dijo refiriéndose a ofrendas que aparecen por las mañanas sobre las tumbas.
"Aquí han venido grupos que se van a las tumbas a cantar, a bailar, y además dejan frutas, pescado y gallos muertos", abundó otro de los encargados de Canas, Harold Normandía. Una anécdota graciosa que mantiene Rivera en su recuerdo es de cuando en una ocasión sepultaron a un hombre y a los dos días su esposa fue y rompió la fosa, abrió el ataúd y se "desquitó con el muerto a bofetadas". Algo le habrá hecho...

¿Fuegos fatuos o espíritus chocarreros?

Los cuentos de hechos inexplicables en los camposantos no sólo son historias antiguas.
El mes pasado, una luz inexplicable se reflejó en las cámaras de seguridad del cementerio La Santa Cruz, en Arecibo. Según explicó Héctor González, propietario de este cementerio, a eso de las 3:00 de la madrugada de un día de enero una de las cámaras captó una luz que se movía como si fuera una linterna que alguien cargaba. Pero ese alguien nunca se vio en las cámaras.
La luz se estuvo moviendo en el aire durante casi un minuto y luego desapareció.
Algunos dicen que se trata de los fuegos fatuos, un fenómeno consistente en la inflamación de ciertas materias -fósforo, principalmente- que se elevan de las sustancias animales o vegetales en putrefacción, y forman pequeñas llamas que se ven andar por el aire a poca distancia de la superficie, especialmente en los lugares pantanosos y en los cementerios. Son luces pálidas que pueden verse a veces de noche o al anochecer y se dice que retroceden al aproximarse a ellas.


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